Hola a tots una altra
vegada.
Un dijous més ens reunim per tal
de trencar el silenci que s’abat sobre el segrest dels nostres companys Ainhoa,
Enric i Rossella.
Uns cooperants que, com uns quants
més, han estat capturats per una banda de malfactors, de terroristes que volen
imposar la seua llei sobre tots nosaltres.
Una llei que no té més que la raó
de la força.
Volem, des d’ací, trencar el
silenci que s’abat sobre la injustícia que plana sobre el poble sahrauí. I,
aquest segrest és una injustícia més.
Volem, com cada dijous, enviar un
missatge d’ànim als familiars i amics d’Ainhoa, d’Enric i de Rossella, i
dir-los que nosaltres no els oblidem.
Ara llegirem un poema del poeta
Bahia Mahmud Awad
Me pregunta y se autoculpa
Apoyado
en la barra, cauteloso,
tratando
de disimular
el
impacto de una información en rojo
resaltada,
como todos los días
en los
periódicos.
Niños de
Irak,
niños de
Palestina…
Pero hay
otros olvidados
para los
que nunca hay espacio.
En el bar
esta vez no había humos,
las
miradas se cruzaban
al son de
los ruidos de copas
y
peticiones desde la otra orilla de la barra,
bullicio
de una vida que se inicia para unos
y termina
para otros.
Alguien a
mi lado, noto que me mira,
y trato
de esquivar su descaro
guardando
la compostura,
y otra
vez des de la esquina de sus ojos
me saluda
y me pregunta,
“¿Eres de
aquí?”
entonces
ameno fue el diálogo,
no sé
cuánto duró.
Me ajusté
a mi orilla de la barra
a pedir
la cuenta,
mientras
que en el fondo de su alma
constato
su indignación,
“¡qué
injusto!,
¡qué
injusto!”,
Procedió
a invitarme
a romper
el silencio
para
escuchar mis miles de desgracias.
Mientras
yo rebuscaba
en siglos
pasados,
argumentos,
fallos,
resoluciones
y dictámenes,
me pidió
que le
acabase de decir quién soy.
“Entonces
soy culpable de tus heridas”.
Y ahora
mismo cuando la estoy escribiendo
su tierno
corazón se autoinculpa,
“lo
siento, lo siento,
os hemos
olvidado hasta en los periódicos
que
cuestan una sonrisa”.
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